Carlos Balmori fue un peculiar personaje en la ciudad de México: un español multimillonario, amante de las fiestas y de sobresalir en ellas, un donjuan de poca estatura y bigotón, siempre vestido con una gabardina, un sombrero y unos lentes.
Cuentan que "en una ocasión se presentó a una fiesta que la señorita Eulalia Salinas daba en su casa de Coyoacán. Eulalia estaba próxima a casarse con su primo, pero no perdió la oportunidad de conocer a Balmori. Durante la fiesta y frente a todos los invitados, el millonario le expresó su amor a Eulalia, le pidió matrimonio y, para convencerla, firmó un cheque del Banco de Montreal por 800 mil pesos para comprarle un parque en Coyoacán. Es más, le compraría todo Coyoacán con tal de que ella aceptara la propuesta. Y aceptó. Sellaron su amor con un beso y acto seguido, Balmori comenzó a dar unas palabras, pero su voz comenzó a cambiar, se quitó el sombrero y apareció un chongo, se retiró el bigote falso y mostró ante todos su verdadera identidad: era una viejita sesentona, era Concepción Jurado".
El increíble Carlos Balmori, Fernando Martí, Ed. Universo México, 1981
Primera edición. Tapa blanda. 17 x 11 cm. 183 págs.
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