Un bibliopirata (también llamado biblioclepto, bibliocleptómano o bibliocleptomaniaco) es toda aquella persona inclinada al robo, latrocinio, hurto o pillaje de libros; actividad por demás comprensible, pero siempre reprobable, más aún cuando la persona en cuestión va de visita a Hildegarda Libros.
El término fue creado por Serafín Estébanez Calderón (1776-1852) en un injurioso soneto contra el bibliófilo Bartolomé José Gallardo, autor de los materiales con que después de su muerte se formaron los cuatro volúmenes del Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos (1863-1889), que incluye 4,585 títulos.
El soneto empezaba así: "Caco, cuco, faquín, bibliopirata: / tenaza de los libros, chuzo, púa; / de papeles, aparte lo ganzúa, / hurón, carcoma, polilleja, rata".
Parece que, en efecto, Gallardo fue especialmente aficionado a tomar libros de las bibliotecas y archivos. En su defensa, sin embargo, Miguel de Unamuno dijo: "Acaso a la bibliopiratería de Gallardo debemos que se hayan salvado algunos curiosos ejemplares [...] Son los bibliopiratas los que impiden que ciertos ejemplares se pierdan".
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Y para que no se me acuse de piratería, diré que el artículo anterior fue tomado del Diccionario de bibliología y ciencias afines de José Martínez de Sousa.
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